Una brutal venganza cometida por el ejército francés en contra de los moradores del pueblo de Atotonilco, hoy Villa López, Chihuahua, fue lo que redujo un día 10 de abril pero de 1866 a cenizas la comunidad entera, decenas o quizá cientos de viviendas fueron consumidas por el devastador fuego, salvándose únicamente la iglesia parroquial y la casa del cura, esto por instrucciones del cruel jefe invasor que veía poco a poco despedazarse su empresa en manos de los republicanos.
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La intervención francesa llegó a Chihuahua en julio de 1865, con el propósito de establecer en su vasto territorio la monarquía, ese imperio que efímeramente encabezó Maximiliano de Habsburgo y que en este estado, existió durante tres breves períodos, en un lapso no mayor a los once meses. El nuevo orden fracasó y las últimas operaciones de los soldados de Napoleón III ocurrieron entre abril y mayo de 1866.
Crítica fue la situación en el sur de la entidad, pues quien comandara el ejército francés en esta geografía, un comandante de apellido D´Albici, comenzó a imponer el terror en poblaciones como Parral, Allende, Río Florido (Coronado) y Atotonilco, esto como consecuencia a los frecuentes alzamientos de contingentes republicanos, que surgieron con el propósito de liberar la zona del dominio extranjero.
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La caída de Maximiliano era inminente, puesto que la estancia del ejército francés se pactó temporalmente y su retirada estaba en marcha. No obstante, sabedor del fracaso, D´Albici impuso severos castigos a las comunidades antes referidas, particularmente porque en ellas, el germen de la República continuaba vivo.
A Parral, le exigió pagar una multa de 40 mil pesos que debían costear sus habitantes en tres días, Allende era continuamente saqueado, al igual que Coronado, pero a Atotonilco la venganza le llegó sin piedad.
Con el pretexto de la Ley Marcial del 3 de octubre de 1865, que le facultaba pasar por las armas a todo aquel que se resistiera al Imperio y de acuerdo con el historiador, Francisco R. Almada, el jefe invasor destacó una columna de 250 hombres de infantería y 50 de caballería para que prendieran fuego al pueblo de Atotonilco, los cuales llegaron el 9 de abril pero de 1866, es decir, hace 157 años.
Los franceses, según relata Almada en su obra “La Intervención Francesa y el Imperio en el Estado de Chihuahua”, se entrevistaron con el jefe político de la comunidad y le ordenaron prevenir a todos los vecinos, concediéndoles un plazo de tres horas para que desocuparan sus hogares.
Sólo pudieron sacar la ropa de cama que les fuera indispensable, así como provisiones de boca para tres días, entre ellas maíz y frijol, porque a las seis de la mañana del día siguiente, el pueblo sería devastado. La orden se ejecutó y una vez desalojadas las viviendas, éstas fueron saqueadas por el invasor.
A la hora señalada del 10 de abril, las llamas consumieron Atotonilco en un desolador fuego, que se prolongó por casi dos días y del cual, únicamente escaparon la iglesia parroquial de San Buenaventura y la casa que habitaba el cura del lugar.
El jefe político de Camargo escribió al general Luis Terrazas para informarle lo sucedido, expresando que el panorama daba miedo y que los franceses se habían marchado hacia a Río Florido para ejecutar la misma orden, con la amenaza de que regresarían en ocho días para fusilar a todo aquel que se le encontrara en el pueblo, cosa que por fortuna no sucedió.
Terrazas por su parte, escribiría al Gobierno de Benito Juárez lo siguiente; “Semejante conducta revela muy bien el despecho de los invasores por la constante resistencia de los pueblos para contrariar su empresa de dominación. La justicia de nuestra causa dará por resultado el castigo de los criminales ejecutores de hechos tan inhumanos como el de Atotonilco, al mismo tiempo que el premio de las inocentes víctimas que han tenido que sufrir el despojo y destrucción de sus hogares”.