Año 1716: Una mujer que abandonaba a su esposo era condenada al exilio

Andrea de la Porra, mejor conocida en aquellos tiempos como “La Palitranca”, fue juzgada al menos dos veces por sus malas costumbres; la peor, el no hacer vida junto con su marido

Luis G. Prieto | Archivo Histórico Municipal de Parral

  · sábado 8 de enero de 2022

Foto: Twitter @inehrm

Memorias de Chihuahua

Durante la época virreinal el que una mujer abandonara a su esposo era una tremenda insolencia, un agravio, una situación de escándalo que le convertía en una delincuente, una mala mujer, de dudosa reputación y cuestionable honor. Hoy en Memorias de Chihuahua les compartimos el caso de Andrea de la Porra, quien en más de una ocasión fue destinada al destierro por su peculiar estilo de vida.

Andrea de la Porra, mejor conocida en aquellos tiempos como “La Palitranca”, fue juzgada al menos dos veces por sus malas costumbres, siendo la peor de ellas, el no hacer vida junto con su marido a quien había dejado en el abandono hacia 1702 en la ciudad de Guadalajara, entonces capital del Reino de la Nueva Galicia.

Ella por su propia cuenta se trasladó a la Ciudad de México, pero al llamar la atención de las autoridades virreinales mereció ser investigada y finalmente condenada al exilio, enviándosele relativamente lejos, al recién fundado Real de Minas de San Francisco de Cuellar (1709), muy cercano al sector de Santa Eulalia y población que luego terminaría llamándose San Felipe el Real de Chihuahua.

Así pues, ya en el septentrión novohispano, La Palitranca decidió no llegar a su destino ordenado y terminó instalándose en el Real de Minas de San José del Parral, una población que en ese momento sufría del éxodo a causa de los descubrimientos de mineral más al norte, sí, los de Santa Eulalia de Mérida y los de Santa Rosa de Cusihuiriachi. Quizá la mujer aprovechó esta situación para pasar desapercibida e instalarse sin problemas.

No obstante, su peculiar estilo de vida, las recurrentes faltas a la moral que cometía y su escandalosa forma de ser volvieron a ser objeto de atención para las autoridades, mismas que decidieron investigarla. El Justicia Mayor entrevistó a una serie de vecinos que le señalaron por su nombre y origen, así como la pena de su exilio.

Supo que tiempo atrás había sido desterrada de la Ciudad de México por escandalosa, que dejó a su esposo en Guadalajara y que mantenía relaciones ilícitas con algunos hombres del Parral, lo cual juzgaron como una situación que no debía tolerarse. Fue así que en el año de 1716, sus malas costumbres le hicieron apresar, y siendo trasladada al presidio de San Francisco de Conchos, donde hizo su confesión por Dios Nuestro Señor y la Señal de la Santa Cruz, fue condenada una vez más al exilio.

¿Dónde terminaría?

Lamentablemente los archivos no relatan esa parte de la historia, probablemente Andrea de Porra llegó a San Francisco de Cuellar y comenzó de nuevo. ¿Habrá continuado con su peculiar estilo de vida? O ¿de qué manera las autoridades permitieron que se integrara a la sociedad? Porque sabemos que su pasado y faltas le persiguieron hasta los rincones más inhóspitos del Virreinato de la Nueva España.