Marina Stavenhagen es una de las mujeres clave para entender el desarrollo de la industria del cine en México. Guionista, gestora cultural, maestra, cabeza de festivales y con experiencia en la función pública, ha dado su vida al séptimo arte desde sus años universitarios, cuando estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana y guionismo en el Centro de Capacitación Cinematográfica.
En la próxima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) va a coordinar el Foro de los Pueblos Indígenas, pero antes, nos concedió una entrevista para hablar de sus inicios y cómo ha logrado los retos que se ha propuesto.
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No se crea que a Marina la sedujo el cine desde siempre. Lo que tenía claro era que le fascinaba escribir, incluso buscó alguna oportunidad para ingresar a Ciencias Políticas de la UNAM, pero al final se decidió por Ciencias de la Comunicación, pues pensó que le abriría un abanico más amplio de posibilidades, porque también se sentía atraída por las artes, la filosofía, las ciencias, la historia.
“En ese momento de confusión vocacional caí en la UAM Xochimilco, donde me encontré con extraordinarios compañeros y excelentes maestros, como Alejandro Pelayo, Jorge Prior y Cristian Calónico, tres grandes personajes de nuestro cine que han sido creadores y promotores en el país”, comparte.
Recuerda además que desde su adolescencia se metía a los cineclubes para ver cintas como Easy Rider o Blade Runner, lo que considera los orígenes de su perfil cinéfilo.
A inicios de la década de los noventa, Marina se involucró en un festival de escuelas de cine, donde además del CCC se sumó el entonces CUEC de la UNAM y el departamento cinematográfico de la Universidad Iberoamericana, conectando también con instituciones del interior de la república. Esa sería la primera experiencia como gestora, un encuentro de jóvenes en la capital mexicana para descubrir a nuevos talentos, con sus latas bajo el brazo, “desde entonces, la gestión, el trabajo sobre la formación de audiencias me ha llamado la atención. Fue tan grato que el festival se repitió, y después hicimos una muestra de documentales; fue la cuna que definió mi vocación”.
A partir de entonces, encabezó encuentros como el Festival Internacional de Video y Artes Electrónicas Vidarte en 1999, el Festival de Cine Franco-Mexicano de Acapulco en sus primeras seis ediciones, además de integrar la Junta Directiva del Festival de Cine para Niños de la Ciudad de México y ser vicepresidenta de la Asociación de Mujeres en el Cine y la TV.
Combinar el ejercicio creativo y la gestión es un compromiso con la comunidad, el no pensar sólo en el terreno de lo individual, sino abrirse para encontrar los cómplices necesarios. Sin embargo, ese compromiso no ha sido para nada sencillo, sobre todo cuando ocupó el cargo más complejo en su carrera: la dirección del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) de 2006 a 2012, donde conoció no sólo el laberinto burocrático, sino las pugnas políticas que llegaron hasta su inhabilitación por 10 años en instituciones de gobierno, lo que después se echó para atrás en una sentencia definitiva del Tribunal Federal de Justicia Administrativa.
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Al final, son experiencias agridulces, “es una trinchera a la que también le tenemos que entrar, porque es fácil opinar, pero estar ahí, si te lo ofrecen, pues lo tomas, y agradezco a todos los que me acompañaron en esa aventura”.
Ahora se concentra en nuevos proyectos que se irán conociendo en el corto plazo. Por lo pronto, estará presente en toda la jornada del FICM para presentar las realizaciones de cineastas indígenas, que, adelanta, son sorprendentes.