Esta semana me enfocaré en el análisis de las elecciones pasadas, en las que Donald Trump obtuvo una victoria avasallante frente a Kamala Harris. Es importante destacar que, a pesar del apoyo de diversos sectores progresistas y de representar a una amplia base demócrata, Harris enfrentó varios desafíos clave que contribuyeron a su derrota. Uno de los factores decisivos fue la percepción de que su campaña no logró conectar efectivamente con sectores moderados e independientes, quienes buscan estabilidad en un contexto de polarización política.
Además, muchos votantes la percibieron como la sucesora de políticas demócratas que, para un segmento del electorado, no han logrado enfrentar problemáticas esenciales como la economía y la seguridad nacional. Su mensaje, a menudo centrado en reformas progresistas, resonó profundamente en zonas urbanas y entre jóvenes, pero no alcanzó la penetración suficiente en estados clave, especialmente entre los votantes latinos, quienes se sintieron más identificados con el discurso de estabilidad y empleo de Trump. La falta de propuestas concretas en temas como la seguridad fronteriza, que sigue siendo una preocupación relevante para una parte significativa de los votantes, fue otro de los puntos débiles de la campaña de Harris.
En este contexto, el voto latino se convirtió en un elemento decisivo para la victoria de Trump. Tradicionalmente, este grupo ha sido un bastión importante para el Partido Demócrata debido a su histórico apoyo a políticas de inclusión y su postura pro-inmigrante. Sin embargo, en estas elecciones, una proporción significativa de latinos, tanto hombres (más del 50%) como mujeres (casi el 40%), optó por apoyar a Trump. Esto no solo subraya una evolución en las prioridades de los latinos en Estados Unidos, sino también las diferencias internas dentro de esta comunidad. Para muchos, el énfasis de Trump en el crecimiento económico y la creación de empleos fue atractivo en un contexto post pandemia, en el que la estabilidad financiera y la seguridad ocupan un lugar prioritario en sus vidas. Otros percibieron las políticas de Trump como un intento de ordenar la situación migratoria y fortalecer el tejido laboral, cuestiones que, para muchos, resultan vitales en su integración y permanencia en el país.
El apoyo de una fracción del voto latino a Trump ha tenido repercusiones importantes en la relación diplomática entre México y Estados Unidos. Bajo su administración, la tensión en temas migratorios y comerciales ha incrementado, lo cual ha derivado en roces bilaterales que afectan los intereses de ambos países. El endurecimiento en las políticas migratorias y la insistencia en fortalecer la frontera generan un ambiente de desconfianza y preocupación en México, ya que esto impacta directamente en las comunidades fronterizas y en las familias binacionales. Además, las políticas económicas proteccionistas de Trump desafían los acuerdos de comercio que benefician a ambos países, introduciendo un elemento de incertidumbre sobre la viabilidad a largo plazo de la relación económica.
Desde una perspectiva económica, el impacto en el tipo de cambio entre el dólar y el peso mexicano es notable. Ante la perspectiva de políticas menos favorables para el comercio y la migración, el mercado ha reaccionado con cautela, y la demanda de dólares ha incrementado, encareciendo su valor frente al peso mexicano. Esto crea una situación desfavorable para la economía mexicana, ya que eleva el costo de las importaciones y afecta la capacidad adquisitiva de los mexicanos. La devaluación del peso no solo es una respuesta a la incertidumbre política y económica generada por la victoria de Trump, sino que también refleja las vulnerabilidades estructurales de México en su dependencia del comercio y la inversión extranjera de Estados Unidos.
En resumen, la derrota de Kamala Harris y el triunfo de Donald Trump no solo ponen de manifiesto una diversidad de posturas dentro del voto latino, sino que también subrayan la relevancia de estos electores en el panorama político estadounidense. Este giro ha reconfigurado la relación entre México y Estados Unidos, estableciendo un ambiente de mayor fricción en cuestiones migratorias y económicas. Además, la respuesta del mercado, traducida en la depreciación del peso frente al dólar, revela las profundas implicaciones que la política estadounidense tiene para la economía mexicana y para las relaciones bilaterales en el futuro próximo.
Adalberto Gutiérrez / Ingeniero Agrónomo