Podemos tener muchas información de una persona no solo por lo que le gusta sino también por lo que odia. Desde que existimos en la faz de la Tierra, el odio nos ha movido en todas las direcciones y ha sido el principal artífice de todas las facetas de la historia, disfrazado de nacionalismo, de miedo, de defensa de los valores, se desprecia la religión que no es la que se profesa, así que todas creen tener la verdad.
El antagonista del amor ha hecho y deshecho. Lo que nos sobran son justificaciones y pretextos para sentirnos con la capacidad moral de decidir quién merece y quién no. El odio entre los seres humanos se dispara de manera racional o inconsciente, heredado y adquirido.
Dime a quién odias y podré saber de ti hasta de tu coeficiente intelectual. Más o menos así leía en una nota sobre un estudio, donde relacionan el nivel de educación con los prejuicios. Esas opiniones preconcebidas que conformamos de algo o de alguien.
Es sencillo hacer prejuicios, todo el tiempo los hacemos, si la persona es de un partido nos generamos una opinión acerca de ella, si le gustan los perros o los gatos, o si no le gustan los animales.
Si traen tatuajes, si son de cierto grupo étnico. Hacia quién tenemos prejuicios puede indicar sobre nuestro coeficiente intelectual. Crear ideas, suponer sobre personas, situaciones, lugares, cosas, es un instinto común a los seres humanos.
Si bien varios estudios han sugerido que las personas con menor capacidad cognitiva tienen más probabilidades de hacer más prejuicios, un nuevo estudio revela que tanto los niveles bajos de inteligencia como los altos los tienen, la diferencia radica en cómo.
En la investigación analizaron 5914 individuos y midieron la cantidad de prejuicios presentes en grupos de mayor y menor capacidad cognitiva.
Los investigadores encontraron que las personas de baja capacidad cognitiva tienden a tener prejuicios contra los grupos no convencionales o liberales, al igual que a los grupos definidos por su raza, género u orientación sexual.
La tendencia se invierte en las personas de alta capacidad cognitiva, es decir que las personas más inteligentes tienden a tener prejuicios contra grupos considerados convencionales o conservadores.
Los intelectuales odian a unos y las masas odian a otros. El triste resultado es odiar.
Las personas tienden a sentir antipatía por aquellas personas o seres vivos diferentes. Tanto los inteligentes como los no tanto pueden sentir prejuicios.
¿Cómo podemos buscar la manera de entender la riqueza de la diversidad?
Entender que una persona puede ser justa y bondadosa así sea homosexual, negra o blanca, indígena, mujer, religioso, o ateo.
El valor del ser humano va más allá de las etiquetas que lo limitan a creer y actuar como otros han definido que deben hacerlo. Pertenecer a un grupo no significa que se tienen todas las etiquetas que se les adjudica a ese grupo. Quitarnos prejuicios nos impulsa a ser más libres y justos.