/ viernes 25 de octubre de 2024

Sociedad vs Estado: el dilema del futuro de México

La frase “tanta sociedad como sea posible y tanto gobierno como sea necesario” resume el principio de un equilibrio esencial en la vida democrática de cualquier nación. Este balance es especialmente relevante en México, un país que, en los últimos años ha experimentado una crisis de confianza en su gobierno debido a un fenómeno preocupante: el aumento del estatismo.


El gobierno actual, ha interpretado su triunfo de junio pasado como un cheque en blanco. Sus líderes se autodenominan los “representantes del pueblo”, pero en realidad, solo un porcentaje de los ciudadanos les dio su apoyo y esta cifra es aún menor cuando se considera la totalidad de la población en edad de votar. Este tipo de mandato genera tensiones entre el poder gubernamental y la autonomía ciudadana, derivando en una pugna entre estatismo y ciudadanía.


El dilema central es este: ¿cuánto control debemos ceder al Estado en los aspectos más críticos de nuestras vidas? Dejamos decisiones clave en manos de figuras políticas que, con frecuencia, son ambiciosas y carecen de ética. Y cuando el gobierno extiende su control a áreas económicas y sociales, los riesgos se multiplican.


Veamos algunos ejemplos claros en el México actual:


Empresas públicas mal administradas. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Pemex son claros ejemplos de cómo el control estatal sobre sectores estratégicos ha generado más problemas que soluciones. Ya ni siquiera se habla de empresas “productivas”, lo que sugiere que la búsqueda de eficiencia ha sido sacrificada en nombre de intereses políticos. Ambos gigantes han sido arrastrados por problemas operativos y un manejo de deuda insostenible, lo que amenaza con aumentar aún más la carga fiscal sobre los ciudadanos.

El gobierno como constructor y arrendador. En su intento por resolver el déficit habitacional de 8.5 millones de viviendas, el gobierno ha anunciado que tomará un rol activo en la construcción de viviendas para su arrendamiento. Pero, ¿es realista pensar que un Estado que ya tiene problemas administrando sus empresas será capaz de resolver este déficit sin generar más distorsiones en el mercado inmobiliario?

Nuevos proyectos estatales. Desde la construcción de bancos hasta trenes, el gobierno está extendiendo su papel como empresario. No es la primera vez que México enfrenta esta situación y la historia ha mostrado que los resultados suelen ser desastrosos. Las crisis económicas de épocas anteriores fueron, en gran parte, producto de un Estado que se involucró en actividades que debían estar en manos de la iniciativa privada.


El estatismo ha demostrado ser ineficaz y peligroso en el pasado; cuando el gobierno asume funciones empresariales que exceden su capacidad, el resultado es un sistema ineficiente, burocrático y corrupto. La solución no es más intervención estatal, sino más espacio para la ciudadanía y el sector privado, con el gobierno actuando únicamente en los sectores en los que es imprescindible.


México debe buscar un equilibrio entre un gobierno que regule y proteja y una sociedad que sea lo suficientemente fuerte para tomar las riendas de su propio desarrollo. Es un llamado a reducir el estatismo y aumentar la participación ciudadana, donde el gobierno solo intervenga cuando sea estrictamente necesario. Solo así se podrá construir un país más justo, eficiente y, sobre todo, libre.


“El gobernante ideal es aquel cuya existencia apenas se percibe” Lao Tse.


Ingeniero Civil, Senador del PAN por el estado de Chihuahua


La frase “tanta sociedad como sea posible y tanto gobierno como sea necesario” resume el principio de un equilibrio esencial en la vida democrática de cualquier nación. Este balance es especialmente relevante en México, un país que, en los últimos años ha experimentado una crisis de confianza en su gobierno debido a un fenómeno preocupante: el aumento del estatismo.


El gobierno actual, ha interpretado su triunfo de junio pasado como un cheque en blanco. Sus líderes se autodenominan los “representantes del pueblo”, pero en realidad, solo un porcentaje de los ciudadanos les dio su apoyo y esta cifra es aún menor cuando se considera la totalidad de la población en edad de votar. Este tipo de mandato genera tensiones entre el poder gubernamental y la autonomía ciudadana, derivando en una pugna entre estatismo y ciudadanía.


El dilema central es este: ¿cuánto control debemos ceder al Estado en los aspectos más críticos de nuestras vidas? Dejamos decisiones clave en manos de figuras políticas que, con frecuencia, son ambiciosas y carecen de ética. Y cuando el gobierno extiende su control a áreas económicas y sociales, los riesgos se multiplican.


Veamos algunos ejemplos claros en el México actual:


Empresas públicas mal administradas. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Pemex son claros ejemplos de cómo el control estatal sobre sectores estratégicos ha generado más problemas que soluciones. Ya ni siquiera se habla de empresas “productivas”, lo que sugiere que la búsqueda de eficiencia ha sido sacrificada en nombre de intereses políticos. Ambos gigantes han sido arrastrados por problemas operativos y un manejo de deuda insostenible, lo que amenaza con aumentar aún más la carga fiscal sobre los ciudadanos.

El gobierno como constructor y arrendador. En su intento por resolver el déficit habitacional de 8.5 millones de viviendas, el gobierno ha anunciado que tomará un rol activo en la construcción de viviendas para su arrendamiento. Pero, ¿es realista pensar que un Estado que ya tiene problemas administrando sus empresas será capaz de resolver este déficit sin generar más distorsiones en el mercado inmobiliario?

Nuevos proyectos estatales. Desde la construcción de bancos hasta trenes, el gobierno está extendiendo su papel como empresario. No es la primera vez que México enfrenta esta situación y la historia ha mostrado que los resultados suelen ser desastrosos. Las crisis económicas de épocas anteriores fueron, en gran parte, producto de un Estado que se involucró en actividades que debían estar en manos de la iniciativa privada.


El estatismo ha demostrado ser ineficaz y peligroso en el pasado; cuando el gobierno asume funciones empresariales que exceden su capacidad, el resultado es un sistema ineficiente, burocrático y corrupto. La solución no es más intervención estatal, sino más espacio para la ciudadanía y el sector privado, con el gobierno actuando únicamente en los sectores en los que es imprescindible.


México debe buscar un equilibrio entre un gobierno que regule y proteja y una sociedad que sea lo suficientemente fuerte para tomar las riendas de su propio desarrollo. Es un llamado a reducir el estatismo y aumentar la participación ciudadana, donde el gobierno solo intervenga cuando sea estrictamente necesario. Solo así se podrá construir un país más justo, eficiente y, sobre todo, libre.


“El gobernante ideal es aquel cuya existencia apenas se percibe” Lao Tse.


Ingeniero Civil, Senador del PAN por el estado de Chihuahua