/ miércoles 9 de agosto de 2023

Sobremesa | La composta

Despierto. Hay una necesidad en mí de salir de la cama. Me incorporo con la agilidad que mi cuerpo lo permite. Con escasa inspiración para salir a caminar decido buscar una actividad física diferente. La jardinería. Ayer por la tarde acudí a una cadena de cafeterías famosa por sus precios y su estilo fashionista de mercadotecnia. Le solicité a la empleada una bolsa de café para el reciclaje. Me señaló una canasta con un bulto de unos tres kilos listos para ser reutilizados. Aunque las propiedades del café pueden ser de cuidado de la piel, como bronceador casero o exfoliante natural, en vez de montar mi spa en casa, decido hacer una composta.

Fui a un jardín abandonado a escarbar un poco y juntar tierra. Tierra que necesita ser nutrida y mejorada. Volver a la tierra es un destino ineludible. Decidí volver a la tierra como mero ejercicio lúdico. Vacíe agua y la mezcle. Con las manos mezclé los ingredientes como quien amasa un pan. Es acaso el centro de la tierra un horno que al volver a ella nos abriga. La decadencia de nuestros cuerpos por el transcurso del tiempo es inevitable. No encuentro nada de placentero en la molestia de las rodillas. Pero hay un cierto encanto en el polvo en el que nos convertiremos. De manera orgánica y natural nos volvemos uno con la naturaleza.

La decisión de hacer composta, es quizás eso un mero ejercicio para ver la descomposición del café y la materia orgánica para lograr una tierra fértil. Es un proceso inducido. Puedo pensar en la oscuridad como la ausencia de luz, pero en un sosiego inaudito. No es la tierra un ser voraz que nos consume, es por el contrario la inmersión paulatina la que se da en sus entrañas para recuperarnos y darnos un abrigo.

No soy una experta jardinera, no aspiro a serlo. Muy pocas de las actividades que realizo las hago de manera informal, siempre hay en mi este sentido de lograr un grado de profesionalismo, un querer saber más. Hoy no. Solo quiero hacer composta. Recuerdo a mi maestra de la secundaria que me enseñó estas artes del reciclaje. Un cierto homenaje en este ejercicio a ella, que aún vive. Tengo años de no saber de ella. Solo recuerdo la consigna y las instrucciones. La añoranza es un recurso útil en la vida adulta, siempre y cuando no se abuse de ella. Siempre y cuando tengamos claros que el pasado solo nos deja experiencias.

En la composta hay cierto ritual que ahora entiendo, solo después de escribir. En la vida hay muchos rituales, con los cuales explico la existencia. Después de los funerales encuentro más sentido a la vida. Cuando estoy en contacto con la tierra recuerdo el fin último de la vida.

Ana Verónica Torres Licón | Docente y Escritora