Era una mañana fría del mes de enero de 1994, nos encontrábamos realizando un juego de softbol en los campos del 40-60, cuando a través del Periódico “El Sol de Parral” nos enteramos de la irrupción en el Estado de Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la primera reacción fue de sorpresa, nuestro equipo estaba formado por militantes de izquierda casi todos del PRD muchos pusimos en duda que fuera un movimiento auténtico.
En la zona de las cañadas, por San Cristóbal de las Casas un importante número de guerrilleros indígenas, la mayoría con pasamontañas, con un endeble armamento pero muy bien organizados tomaron las cabeceras de varias comunidades (siete municipios) entre los que destacaban San Cristóbal de las Casas, Ocosingo y Las Margaritas, en su declaración de guerra decían que por la vía de las armas avanzarían hasta la Ciudad de México.
Un muy sui generis ejército indígena, comandado por un personaje polémico, el Subcomandante Marcos, quien era el vocero del movimiento indígena que desde el primer momento tenía más intencionalidad política que fuerza militar, su principal logro en ese momento fue poner en la palestra nacional las condiciones de miseria, de inequidad, de racismo y de injusticia social a la que los grupos indígenas y las comunidades rurales padecían en México y particularmente en Chiapas… el México de 1994, la nación gobernada por Carlos Salinas, se preparaba para entrar a la élite de los países del primer mundo por el recién negociado Tratado de Libre Comercio (TLC) que según los neoliberales nos pondría rápidamente como un país desarrollado y de primer mundo, que estaría a la altura de Canadá y Estados Unidos.
En 12 días Tzotziles, Tzeltales, Tojolobanes y otros grupos indígenas entraron en combate contra un ejército muy superior que los obligaba a replegarse a las montañas y las cañadas del sureste mexicano, sin embargo su lucha representa la dignidad, la esperanza y la búsqueda de un mundo mejor para sus comunidades, la Reforma al Artículo 27 Constitucional realizada por Carlos Salinas en 1992 que cancelaba el reparto agrario, fue uno de los grandes impulsos de este movimiento, su sacrificio y su lucha dio visibilidad a los pueblos originarios y obligó al gobierno federal a dar reconocimiento Constitucional a algunos de sus derechos, en su declaración de guerra y el famoso “YA BASTA”, pusieron de manifiesto su lucha por 11 demandas sustanciales: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, justicia, democracia y paz, además de hacer énfasis en los más de 500 años de resistencia y sojuzgamiento a los que han sido sometidos y sólo utilizados como carne de cañón, entre sus declaraciones hablaban de cómo el miedo, la necesidad y la miseria los obligó a juntarse y ofrendar la vida por un cambio que diera un giro al futuro de sus hijos.
El movimiento zapatista dio un impulso importante a la lucha urbano popular en muchas ciudades de México, de él también abrevaron movimientos posteriores como el de Atenco, la lucha magisterial e inclusive la lucha electoral posterior al surgimiento del EZLN, tuvo dividendos en algunos Estados.
Gracias al Ejército Zapatista de Liberación Nacional hoy los indígenas tienen representación en el Congreso Federal y en los Congresos de casi todos los Estados y en su última declaración en el 30 aniversario reivindicaron la importancia de mantener sus municipios autónomos, defender su territorio, trabajar por lo comunal y defender sus valores anteponiendo siempre el bien colectivo… ¡Zapata vive la lucha sigue!