Paradójicamente después de conmemorar, festejar, celebrar, o como se le deba llamar al Día de Muertos, en donde de acuerdo con nuestras tradiciones, costumbres, cultura o creencias, ese día es uno de los más especiales para los mexicanos, porque honramos la memoria de los seres queridos que han partido al otro mundo, pero que se cree que regresan a casa en estas fechas a convivir y compartir con nosotros una vez más.
De acuerdo con el calendario, el 1 y 2 de noviembre está destinado para recordar y honrar a los fieles difuntos; para algunos ese día el alma de los difuntos viene a convivir con los vivos, con su familia. Hay quienes acuden a los panteones hasta la tumba de su ser querido, donde aparte de hacer el aseo respectivo, le llevan flores, comida, bebidas, le dedican algunas melodías o rezan por el eterno descanso de su alma.
Otros colocan altares en diferentes espacios de la ciudad para recordar sobre todo a personajes de la vida pública, hay quienes colocan su altar de manera personal en su propio domicilio. Incluso se ofrecen festivales artístico-culturales, desfiles y más, con motivo del Día de muertos, también están quienes ofrecen una misa para pedir por el eterno descanso, encienden veladoras, en fin, cada persona recuerda a sus seres queridos que han partido al más allá, conforme a su criterio y sus creencias, incluso algunos simplemente lo ignoran, “el muerto a la sepultura y el vivo a la travesura”, como dice alguna canción que fue interpretada por el gran Antonio Aguilar.
Uno de los elementos centrales de esta fecha son las flores, que aparecen en casi todos los casos, desde que la persona es velada y sepultada, y con posterioridad en cada fecha importante o conforme a las emociones y sentimientos de cada doliente, incluyendo el Día de Muertos específicamente.
La flor en un funeral es un elemento presente en muchas culturas y tradiciones. Enviar o colocar flores para un ser querido fallecido es parte del luto por la pérdida de esa persona. Las flores representan el respeto por la persona fallecida y se utilizan tradicionalmente desde hace siglos.
Antes las flores en un funeral tenían varias connotaciones; una de ellas es que arrojar flores sobre la tumba del difunto representaba el proceso de la vida y la muerte, también se dice que antes los difuntos se velaban en los propios domicilios y las técnicas de preparación del cuerpo no existían o eran limitadas, por tanto, el aroma de las flores frescas ayudaba un poco para disimular algún mal olor del cadáver. Otra creencia del pasado es que el propio funeral es una ceremonia para honrar al difunto, por lo tanto, acompañar el féretro con flores es una forma de expresar el aprecio por la persona fallecida.
En la actualidad llevar flores a un difunto tiene algunas otras connotaciones que están relacionadas con el cariño y el respeto, incluso con la importancia que se le da, por ejemplo, al tipo de flores o al color de éstas ya que de acuerdo con ello tiene diferentes significados, también a la importancia que tenía la persona fallecida; posición económica, social o destacada o no destacada en algún ámbito de la vida.
Llevar una flor, un ramo o una corona al ser querido que ha muerto hasta su tumba, es también una forma de mantener vivo su recuerdo y de seguir honrando su memoria. Hoy los panteones después del 2 de noviembre, en la mayoría de sus tumbas están presentes las flores, algunas naturales, otras artificiales, cierto es que también están aquellas tumbas que están abandonadas, por la razón que sea.
El panteón es un lugar que pacientemente nos espera a todos, ojalá que el olvido no se haga presente, que una flor sea el motivo para mantener vivo el recuerdo de quienes ya partieron, y que una flor nos acompañe cuando nos toque partir, ello será el símbolo de que no nos hemos ido del todo, que el olvido total no se ha hecho presente.