El explicar las cosas o el encontrarle la razón del porqué suceden, no siempre es una cosa sencilla, en ocasiones solo suceden y ya, en apariencia no hay una explicación lógica, científica o moralmente aceptable. Para algunos puede ser solo cuestión del destino, de coincidencias o de disidencias como otros suelen llamarle. Lo único cierto es que todos los días, en diferentes momentos y en diferentes circunstancias nos enfrentamos a retos, a nuevas olas que trae el mar, a nuevos vientos que soplan con furia, a los rayos del sol de un nuevo amanecer y a la ausencia de luz cuando la luna se esconde tras las cortinas de interminables nubes.
Ante un nuevo reto suele pasar que nos quedemos inmóviles, reciclados, tal vez asustados en medio de una marea de miedo, que lejos de permitirnos reaccionar, nos condiciona a permanecer en un estado estático, desorientados, perdidos tratando de encontrar una explicación a lo sucedido y no una acción que nos ayude a superar el reto que ante sí se presenta. Claro que no siempre resulta sencillo actuar, entender, pensar, reaccionar en medio de la incertidumbre, y es ahí donde el apoyo de la familia, del entorno y la resiliencia personal entra en juego, aislarse y de alguna manera consumirse ante la eventualidad de un nuevo reto, no siempre resulta la mejor opción.
Por supuesto que hay de retos a retos, cuando estos son positivos es probable que sea más fácil enfrentarlos, la alegría, la felicidad, un estado de ánimo positivo siempre son factores que abonan para que las cosas fluyan de mejor manera, enfrentar un nuevo reto resulta un estímulo que deja fluir la adrenalina, y los pensamientos son aves que vuelan a discreción por el infinito espacio de las posibilidades, las sonrisas dulces manjares que atraen las buenas vibras, las palabras son flores que matizan el paisaje, y las acciones son pequeñas píldoras que estimulan eso que llamamos felicidad. Por el contrario, cuando los retos tienen una dosis de dolor, de frustración o de miedo, entonces los canales parece que se cierran de un momento a otro, la oscuridad es un manto que envuelve las ideas, las lágrimas son sentimientos que fluyen sin control y la incertidumbre es un volcán en erupción que no permite observar con claridad qué es lo que hay más allá.
Existen también aquellos retos que de manera voluntaria alguien se plantea y lucha por ellos, se sube a su embarcación y se abre paso en medio de las inestables olas, ante todo tiene bien fijo el faro, el puerto al que desea llegar y se transforma en el mejor marinero en medio de la calma o del embravecido mar, el nuevo reto que se a planteado vale la pena y se convierte en un estandarte de vida, en un sueño a realizar, en una meta a cumplir. Pero, también es cierto que hay retos que llegan de improviso, de la nada aparecen y te cambian la vida, te mueven la brújula, o como dicen los chavos de hoy, te sacan de onda, y ante ello, más allá de tratar de encontrar un porqué, existen dos posibilidades; una sucumbir ante el nuevo reto sobre todo si este tiene tintes negativos, o bien como un fuerte guerrero luchar hasta superar el reto que ante sí está.
Lo único seguro es que el reto de hoy, es de hoy, mañana y los siguientes días vendrán siempre nuevos retos, de eso no hay duda, en cada uno de nosotros está el cómo enfrentarlos. ¡Venga pues el nuevo reto!, ante todo la buena actitud y la fe en Dios.