/ martes 26 de noviembre de 2024

Punto gélido / ¿Qué cómo me llamo?

No sé si mi nombre es José, Antonio, Pedro, o tal vez roca, agua, pájaro, burro, Luis o Lorenzo, no los sé, lo único que sé es que desde pequeño me han llamado el güero, y creo que en algún documento conocido como acta de nacimiento está asentado que me llamo Leoncio, ante las leyes del hombre entiendo que ese es mi nombre oficial. ¿Qué significa?, no he tenido el tiempo o la curiosidad de investigarlo. ¿Por qué me pusieron ese nombre?, es probable que por el orgullo que mis padres sentían de ser el primogénito y de acuerdo con la tradición en algunas familias me correspondía llevar el mismo nombre que papá. ¿Me gusta mí nombre?, es algo que no he reflexionado a fondo, simplemente me identifico con él y ya, es una forma de construir una identidad, un legado y de responder a este sencillo, pero complicado compromiso de existir. Igual es probable que un simple nombre no construya o identifique a una persona, lo que sí es cierto es que una persona hace que un nombre sea importante.

Pero más allá de ese nombre que legalmente me identifica, está esa otra versión de cómo me llaman en los diferentes momentos de la vida, de acuerdo con las circunstancias o de las actividades que realizo como persona. Cuando nací para mis padres fui el hijo, la gente me solía identificar como el bebé, apenas después de uno o dos años, se referían a mí como el niño, luego fui el adolescente, el joven y apenas cumplí los 18 años adquirí la categoría ante la ley de algo así que se conoce como ciudadano, también ante las instancias que organizan elecciones tramité una credencial que me identifica como elector.

Mientras realizaba una preparación académica me solían llamar estudiante, incluso era identificado con un número de control. Al concluir los estudios para algunos fui el exalumno, para otros el ingeniero y en muchos de los casos el profesionista.

El trabajo me convirtió en empleado, o en empresario. Un buen día tuve la oportunidad de compartir la vida con una bella mujer, entonces me convertí en esposo, o en un hombre casado. Al paso de los años llegaron a nuestras vidas un par de bendiciones, ellas desde sus primeras palabras me llamaron papá. Cada vez que he tenido la necesidad de acudir a comprar algo el comerciante me llama cliente, o si vendo algo soy reconocido como proveedor, para el SAT soy un contribuyente.

Si tengo la necesidad de viajar soy llamado pasajero, si me alojo en un lugar soy un huésped, si practico alguna actividad física entonces soy reconocido como deportista. Con el paso de los años dejé de ser llamado joven para pasar a la categoría de adulto, luego seguirá el de adulto joven, después adulto mayor y si el todo poderoso así lo quiere, en algún momento seré llamado abuelito o tal vez simplemente viejito.

Un buen día se presentó la oportunidad de compartir el conocimiento, entonces los alumnos me llamaron Profe. La vida también me abrió las puertas para participar en la vida política de la ciudad y me llamaron funcionario. El cuerpo es un maravilloso sistema, pero de pronto también se enferma, entonces para los doctores y para el hospital me convertí en un simple paciente. En fin, la lista de cómo me llaman en diferentes momentos de la vida o circunstancias es larga y muy diversa, (hermano, sobrino, ahijado, nieto, primo, chofer, turista, etc.), la lista es única para cada persona. Un día llegará el momento en que simplemente digan, ¡se llamaba!, entonces pasaré a ser un simple cadáver, un difunto o un muerto.

En conclusión, lo más importante no es cómo me llamo, sino cómo es que me llaman las demás personas. Un simple nombre no hace importante a una persona, pero una persona si hace que un simple nombre sea importante.

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Agrónomo