¿Qué es un árbol antes de existir?, tan solo una pequeña o una gran semilla descendiente de su propia especie, entonces la naturaleza o con la ayuda de la mano del ser humano, esa semilla es sembrada en tierra fértil o es posible que incluso en tierra hostil. Gracias a la magia de la naturaleza, esa semilla sufre la metamorfosis y se transforma en un pequeño tallo que desarrolla una raíz, con el paso de los días y gracias a los nutrientes de la tierra, a los rayos del sol y de la luna, además de la humedad que proporciona el agua van creciendo, el tallo a la vista de todos y las raíces de manera oculta y silenciosa debajo de la tierra, se van fortaleciendo y de acuerdo a las características y circunstancias del lugar y tiempo, el tallo pronto se convertirá en un pequeño árbol y las raíces se extenderán a lo ancho y en lo profundo de la tierra para seguir dándole fortaleza a ese árbol.
El tiempo y las condiciones serán los testigos del crecimiento, de la forma y del tamaño que ese árbol pueda alcanzar, si está en tierra fértil y con buena humedad, crecerá rápido, vigoroso y en poco tiempo dará abundante follaje, flores y frutos o una extraordinaria sombra. Si por el contrario ha sido sembrado en tierra árida y hostil, entonces su crecimiento será lento, sus frutos tardíos, pocos y pobres en tamaño y sabor, su sombra tan pequeña como lo sufrido de sus desnutridas raíces. Ambos serán de la misma especie, ambos darán fruto y dejarán semilla como testimonio de su presencia, sin embargo, es probable que, a la simple vista del ser humano, sin el análisis de tiempo, lugar, condiciones y circunstancias unos sea más importante que otro, las apariencias en ocasiones son destellos que suelen impactar en la óptica que se tiene de las cosas.
En cualquiera de los dos casos y analizando el árbol como tal, es probable que en su crecimiento le salgan ramas o hojas torcidas, o que con el tiempo se van enfermando, secando, obstruyendo el crecimiento del árbol, o bien que se ven afectadas por plagas. Son hojas y ramas que en ocasiones el viento se encarga de arrancar, pero no siempre es así, entonces es necesaria la intervención del ser humano que con propia mano desinfecte o con la ayuda de alguna máquina corte esas hojas y ramas que se han enfermado o se han secado. Pero no solo las ramas y hojas se enferman, en ocasiones también las raíces sufren algún daño y es ahí donde se debe poner la atención especial; nutrirlas, humedecerlas, desinfectarlas y más, para evitar que el corazón del árbol se comience a secar y para que vuelva a verse resplandeciente en su follaje y dé abundantes frutos. Hay ocasiones cuando el árbol ya tiene un buen número de años, que no solo es necesario cortar las hojas y las ramas secas o enfermas, sino que es preciso cortar la mayor parte de las ramas, dejar el tronco y sobre él injertarle nuevos tallos para que vuelva a recobrar una vida vigorosa. Sin dejar de estar conscientes de que el árbol cumplirá su ciclo y de manera accidental o natural en algún momento morirá.
En la vida de un ser humano algo similar a lo del árbol sucede, un buen día la semilla sembrada se convierte en un pequeño ser, que requiere cuidados y atenciones. De acuerdo con las circunstancias, el tiempo y la forma, ese pequeño va creciendo, en tierra fértil o en tierra hostil, hasta convertirse en una persona que da fruto. Sin embargo, ese ser también se enferma, en ocasiones son las raíces las que requieren atención para que su corazón no se marchite, en otras ocasiones es alguna parte del cuerpo la que se enferma y es necesario curarla o en casos más difíciles de plano amputarla, extraerla del cuerpo. Medidas extremas y dolorosas, pero necesarias para que el ser humano vuelva a recobrar la salud y continúe creciendo.
El árbol está de pie y seguirá dando abundantes frutos…