/ viernes 19 de julio de 2024

La felicidad sí existe

Normalmente atribuimos los años más felices de nuestra vida al pasado, sin darnos cuenta que el espíritu aumenta en perfección mientras que el cuerpo envejece, y dicha perfección desarrolla estados de felicidad, a veces sin determinar específicamente qué los provoca.

Es cierto que el pasado despierta los recuerdos de antiguas aventuras, buenas y malas, pero nos ofrece los placeres de la memoria, con imágenes de agradables acontecimientos y con mayor valor que muchos objetos materiales

El poeta inglés John Milton comentó “No ames ni detestes la vida, pero procura vivir bien el tiempo, largo o corto, que te conceda el cielo”. De hecho, podemos mantenernos optimistas a pesar de lo triste y terrible de algunos aspectos de la vida, como los que vive la ciudadanía actualmente bajo Morena.

Normalmente, muchos jóvenes quieren tener más años, pues vislumbran un paraíso en la madurez, mientras que los viejos lo ven en la juventud. Cuando uno es muy joven, los días parecen pasar lento. Cuando se es viejo, los años pasan como relámpago, y todo se aprecia y disfruta más. Se valoran mejor las cosas que realmente valen la pena y al voltear a ver el pasado, nos podemos sentir satisfechos por nuestras acciones o logros. Es por esto que es importante tratar siempre de trascender, de sentir y ver que dejamos algo para alguien más, y no necesariamente propiedades o dinero.

En el monumento de Santa María de los Ángeles en Roma, ha sido inscrita la siguiente leyenda: “Todo lo que ha muerto, las razas humanas del universo entero descansan donde la muerte va amontonando sus tesoros; la noche tiende su manto de sombra sobre los trabajos diarios de cada uno.—V. Virtute vixit. Memoria vivit. Gloria vivet.

Quizá no debamos pedirle a los hombres que eviten ser pobres mientras envejecen, pero sí evitar la vejez solitaria, probablemente el único factor capaz de restar, aún más que la enfermedad, la felicidad a la que todo mundo tiene derecho.

Los años felices pueden ¡y deben! ser todos los de nuestra vida, pero esta felicidad se debe acentuar conforme se adquieren más años. Y para lograr dicha felicidad es muy conveniente rehusarnos a dejar este mundo antes de haber producido todo aquello de lo que somos capaces. Y esto lo lograremos conservando el ánimo y la facultad de seguirnos desarrollando, aceptando y sobre todo generando ideas nuevas.

“(Vida) No te detengas, no nos des el menor aviso, escoge el tiempo que gustes; no nos digas buenas noches, dinos más bien buenos días”.(Babbauld).


Si la juventud supiera, y la vejez pudiera solamente pensar que los años felices de nuestra vida los son todos, nuestro mundo sería diferente y predominaría la consideración, la cortesía, y la afabilidad.


Normalmente atribuimos los años más felices de nuestra vida al pasado, sin darnos cuenta que el espíritu aumenta en perfección mientras que el cuerpo envejece, y dicha perfección desarrolla estados de felicidad, a veces sin determinar específicamente qué los provoca.

Es cierto que el pasado despierta los recuerdos de antiguas aventuras, buenas y malas, pero nos ofrece los placeres de la memoria, con imágenes de agradables acontecimientos y con mayor valor que muchos objetos materiales

El poeta inglés John Milton comentó “No ames ni detestes la vida, pero procura vivir bien el tiempo, largo o corto, que te conceda el cielo”. De hecho, podemos mantenernos optimistas a pesar de lo triste y terrible de algunos aspectos de la vida, como los que vive la ciudadanía actualmente bajo Morena.

Normalmente, muchos jóvenes quieren tener más años, pues vislumbran un paraíso en la madurez, mientras que los viejos lo ven en la juventud. Cuando uno es muy joven, los días parecen pasar lento. Cuando se es viejo, los años pasan como relámpago, y todo se aprecia y disfruta más. Se valoran mejor las cosas que realmente valen la pena y al voltear a ver el pasado, nos podemos sentir satisfechos por nuestras acciones o logros. Es por esto que es importante tratar siempre de trascender, de sentir y ver que dejamos algo para alguien más, y no necesariamente propiedades o dinero.

En el monumento de Santa María de los Ángeles en Roma, ha sido inscrita la siguiente leyenda: “Todo lo que ha muerto, las razas humanas del universo entero descansan donde la muerte va amontonando sus tesoros; la noche tiende su manto de sombra sobre los trabajos diarios de cada uno.—V. Virtute vixit. Memoria vivit. Gloria vivet.

Quizá no debamos pedirle a los hombres que eviten ser pobres mientras envejecen, pero sí evitar la vejez solitaria, probablemente el único factor capaz de restar, aún más que la enfermedad, la felicidad a la que todo mundo tiene derecho.

Los años felices pueden ¡y deben! ser todos los de nuestra vida, pero esta felicidad se debe acentuar conforme se adquieren más años. Y para lograr dicha felicidad es muy conveniente rehusarnos a dejar este mundo antes de haber producido todo aquello de lo que somos capaces. Y esto lo lograremos conservando el ánimo y la facultad de seguirnos desarrollando, aceptando y sobre todo generando ideas nuevas.

“(Vida) No te detengas, no nos des el menor aviso, escoge el tiempo que gustes; no nos digas buenas noches, dinos más bien buenos días”.(Babbauld).


Si la juventud supiera, y la vejez pudiera solamente pensar que los años felices de nuestra vida los son todos, nuestro mundo sería diferente y predominaría la consideración, la cortesía, y la afabilidad.