Hace unos días mientras desayunaba, leí un encabezado en El Financiero que apuntaba que, los servicios funerarios para mascotas en México, había crecido un 40% este año. Sorprendida continué la lectura.
De acuerdo con una encuesta del Centro de Opinión Pública de la Universidad del Valle de México, 43% de los mexicanos están de acuerdo en tratar a sus animales de compañía como si fueran hijos, razón por la cual la demanda en ese servicio se había incrementado. Intrigada voltee a ver a mi perro Bongo que me acampaba en la cocina, quién con una mirada fija y penetrante, me indicó que le sirviera su “snack” matutino.
Dejé la computadora de lado, salté de la silla y le serví sus charales secos. Aproveché para sacar sus sweaters y cobijas de la secadora y los doblé. El artículo tenía razón y la mejor prueba era lo que acababa de hacer. En el mismo diario leí otro artículo sobre consentir permisos laborales por la muerte de alguna mascota, y cómo recuperarse emocionalmente de la pérdida.
De acuerdo con la lectura, las empresas deberían “ser sensibles a las necesidades emocionales de sus colaboradores y brindar el apoyo adecuado en momentos de pérdida de su mascota”. Pareciera increíble, pero recordé la última vez que visité a mi amiga Mette en Suecia. Ella trabaja en un hospital como cirujana y en ese entonces, me comentó que tenía exceso de trabajo.
Su colega, también cirujana, había pedido dos semanas de permiso laboral con goce de sueldo, por la reciente muerte de su caballo. En nuestro país sólo es un lujo tener un animal así, lo “normal” es un gato o perro y menos imaginar que un patrón le permita ausentarse a un trabajador por el fallecimiento de su pez dorado. La revista Forbes comparte que la industria de alimentos para mascotas en México crecerá 3,290 millones de dólares este año y para 2029, alcanzará los 4,850 millones de dólares, según datos de la consultora Mordor Inteligencie.
Las personas cada vez invertimos más dinero en alimento de calidad para nuestras mascotas, porque deseamos su bienestar. Las parejas cada vez prefieren tener mascotas a procrear hijos. Ya es normal observar ver a personas ingresar a restaurantes con perros y gatos carriolas. El Papa Francisco criticó a aquellas personas que preferían tener mascotas en vez de hijos y alentó a adoptar o acoger infantes.
“Hay egoísmo, la gente sólo no quiere tener hijos o uno nada más”, dijo el Papa. Hace un año el mismo pontífice, regañó a una mujer quién se “atrevió” a pedirle que bendijera a su mascota. Mis respetos para el Papa, pero cada vez vivimos en un mundo más complejo, violento y carente de servicios básicos, lo que lleva a que personas decidan no traer hijos al mundo. Es lamentable, pero es una triste realidad. Actualmente ante un divorcio de una pareja, es la autoridad judicial la que puede decidir con quién se queda el “peludito”.
Escribía Arturo Zaldivar, ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (cuando me caía bien), que lo mejor era ponerse de acuerdo entre la pareja, de lo contrario, el juez decidiría tomando en cuenta las circunstancias del caso concreto. Tal como un hijo. Es compleja la realidad social en la que vivimos y las leyes se ajustan a esos cambios inimaginables hace veinte años. Que cada quién llegue a la verdad por sus propios pasos.
Maestra en Derechos Humanos, Consultora en resolución de conflictos y conservación de la paz para empresas
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