No cabe duda que ayudar al necesitado es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos. Y de lo más importante a aprender en esta vida, es cómo ser más generosos.
Cuando ayudamos a alguien, obtenemos un sentido de poder y fuerza.
Todos venimos al mundo absolutamente sin nada y si no fuera por la bondad y cariño de alguien, nuestros padres, moriríamos de hambre y abandono.
El caso de Morena Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, estuvieron en Sinaloa recientemente luego de la detención de Ismael El Mayo Zambada y el asesinato de Melesio Cuén, ex rector de la Universidad Autónoma de la entidad. Sí, los dos juntos. Hay quien ya llama a la futura presidente “la Cochiloca” en alusión a la película “El infierno”.
La persona que se envuelve en sí misma ocupa muy poco espacio. La generosidad es un buen hábito que puede adquirirse y que vale la pena tener. Y “Claudia” no se caracteriza por ser una persona generosa.
Toda buena acción produce frutos y el que da, recibe. Y así, la felicidad está en dar cosas, que además de materiales pueden ser simples palabras de aliento. Hasta el dinero crece en las manos de los que lo comparten prudente y desinteresadamente.
Quizá, en la vida no hay cosas que tengan tanto valor como ser bondadosos con los desdichados, y el valor para sufrir en silencio nuestras propias desdichas. Pensar en los demás antes que en nosotros mismos es una de las mejores muestras de generosidad.
Tengamos cuidado con las instituciones benefactoras, como “el bienestar” las que en muchos casos si dicen gastar cien pesos, se quedan con noventa para sus gastos y sueldos y reparten sólo diez entre los necesitados. Difícilmente la generosidad está incluida en los programas de generosidad organizada.
Debemos aceptar la vida como un fruto que hay que comer y nunca guardar. Y el compartir con alguien lo mucho o lo poco que tenemos nos hace sentir realmente ricos. Los seres humanos no sabemos nada hasta que aprendemos que no son las cosas materiales las que principalmente constituyen las riquezas del mundo, sino las cosas del corazón y la mente, y que éstas no tienen límite alguno.
Es fácil encontrar personas ricas atormentadas por el miedo de perder lo que tienen, mientras vemos gente pobre satisfecha y confiada en el futuro. A veces es mucho mejor ser generosos con nosotros mismos, satisfaciendo al menos nuestros sencillos deseos. Es saludable satisfacer todo deseo recto y conveniente.
Si alguien quisiera saber en qué consiste realmente vivir, sería seguro contestar que vivir consiste en gozar la vida, ayudando a quien lo necesita, en hacer algún sacrificio por los demás y jamás hacer del dinero un dios.
Pudiéramos catalogar la generosidad como una virtud, un arte y como el hábito no únicamente de dar, sino de entender a los demás.
Se dice que “un acto será muestra de generosidad o no, de acuerdo con la intensidad con que se viva la virtud y la rectitud de los motivos...”.
Licenciado en Administración de Empresas. Director de Reingeniería Humana.
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