/ sábado 10 de agosto de 2024

Entre voces / Dioses del Olimpo

No cabe duda que uno de los encuentro deportivos internacionales más esperados cada cuatro año son las olimpiadas. Se reúne en torno a la televisión, y ahora por medio de otras plataformas digitales en los celulares o tabletas, a niños, jóvenes y adultos. Todos contabilizando el medallero, preguntando cómo le fue a México y renegando de que el oro parece para otros, y que nos quedamos en el ya casi, que nos parece muy conocido.

Estos días leí un pasaje de la Sagrada Escritura cuando san Pablo compara la vida del creyente con una carrera (1Corintios 9,24), cómo se preparan los atletas para lograr adquirir una corona de laureles, que se caduca. La diferencia de los creyentes que corremos por una corona de que no se corrompe.

Las Olimpiadas son un escenario fascinante donde los atletas de élite se preparan intensamente para alcanzar su máximo rendimiento. Algunos aspectos de su preparación son:

Rutina y hábitos: pues practican incansablemente para perfeccionar sus habilidades. Repiten movimientos precisos, como arrancadas, ejercicios de aceleración y entrenamiento de fuerza. La consistencia en la rutina y los hábitos diarios favorece la eficacia y la intensidad. Aunque pueda parecer monótono, esta repetición mantiene altos niveles de motivación y disciplina. Es lo que se llama ahora: alto rendimiento.

Objetivos claros: Los atletas se fijan metas a largo plazo, como clasificar para los Juegos Olímpicos o ganar medallas. Representar a su país es una fuente de motivación. La saltadora de altura Yaroslava Mahuchikh expresó: “Todos luchamos por nuestro pueblo, por nuestros soldados”, esto decía la Ucraniana que ganó medalla de oro con un salto de 2 metros y poseedora del récord mundial de 2.10 metros.

Nutrición y Alimentación: La alimentación es crucial. Los equipos nacionales planifican comidas para soportar las intensas rutinas de entrenamiento. Buscan un equilibrio entre alimentación, ejercicio y descanso. Todo esto requiere dedicación y paciencia. En resumen, la preparación olímpica va más allá del físico; implica pasión, disciplina y un enfoque integral.

Volviendo a San Pablo, dice cómo los atletas dedican mucho tiempo y se privan de muchas cosas, todo ese esfuerzo por tratar de ganar una medalla, que aunque sea de oro, plata o bronce, terminan siendo corruptibles. La mayoría de nosotros somos espectadores de estos deportistas, pero los atletas se convierten en inspiración para muchos niños y jóvenes, que en vez de imitarlos en su tenacidad, terminan copiando el tatuaje o ropa que luzcan.

¿Qué podemos aprender de estos que parecen hijos de los dioses? Si en tu vida hay un propósito como si fuera una medalla, ¿cuál es? ¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguirla? ¿Estamos dispuestos a las privaciones y perseverancia que se requiere? Será un ejemplo y enseñanza positiva que podremos sacar de todas estas competencias deportivas, y no caer en la mediocridad de pensar que las cosas nos las tiene que dar el gobierno. Muchos atletas, tristemente poco apoyados, tienen que buscar además los apoyos para poder llegar a competir por una medalla. Que sean las olimpiadas, la ocasión para no desacreditar a nadie, sino para promover la paz, la unidad mundial y motivar la esperanza de que podemos construir juntos un mejor mundo. Felicidades a todos los que empiecen a caminar, a hacer ejercicio, a bajar el consumo de carbohidratos y buscar una mejor salud. Todos podremos hacer algo por nuestro bienestar, y no necesitamos ser hijos de los dioses del olimpo.

Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

No cabe duda que uno de los encuentro deportivos internacionales más esperados cada cuatro año son las olimpiadas. Se reúne en torno a la televisión, y ahora por medio de otras plataformas digitales en los celulares o tabletas, a niños, jóvenes y adultos. Todos contabilizando el medallero, preguntando cómo le fue a México y renegando de que el oro parece para otros, y que nos quedamos en el ya casi, que nos parece muy conocido.

Estos días leí un pasaje de la Sagrada Escritura cuando san Pablo compara la vida del creyente con una carrera (1Corintios 9,24), cómo se preparan los atletas para lograr adquirir una corona de laureles, que se caduca. La diferencia de los creyentes que corremos por una corona de que no se corrompe.

Las Olimpiadas son un escenario fascinante donde los atletas de élite se preparan intensamente para alcanzar su máximo rendimiento. Algunos aspectos de su preparación son:

Rutina y hábitos: pues practican incansablemente para perfeccionar sus habilidades. Repiten movimientos precisos, como arrancadas, ejercicios de aceleración y entrenamiento de fuerza. La consistencia en la rutina y los hábitos diarios favorece la eficacia y la intensidad. Aunque pueda parecer monótono, esta repetición mantiene altos niveles de motivación y disciplina. Es lo que se llama ahora: alto rendimiento.

Objetivos claros: Los atletas se fijan metas a largo plazo, como clasificar para los Juegos Olímpicos o ganar medallas. Representar a su país es una fuente de motivación. La saltadora de altura Yaroslava Mahuchikh expresó: “Todos luchamos por nuestro pueblo, por nuestros soldados”, esto decía la Ucraniana que ganó medalla de oro con un salto de 2 metros y poseedora del récord mundial de 2.10 metros.

Nutrición y Alimentación: La alimentación es crucial. Los equipos nacionales planifican comidas para soportar las intensas rutinas de entrenamiento. Buscan un equilibrio entre alimentación, ejercicio y descanso. Todo esto requiere dedicación y paciencia. En resumen, la preparación olímpica va más allá del físico; implica pasión, disciplina y un enfoque integral.

Volviendo a San Pablo, dice cómo los atletas dedican mucho tiempo y se privan de muchas cosas, todo ese esfuerzo por tratar de ganar una medalla, que aunque sea de oro, plata o bronce, terminan siendo corruptibles. La mayoría de nosotros somos espectadores de estos deportistas, pero los atletas se convierten en inspiración para muchos niños y jóvenes, que en vez de imitarlos en su tenacidad, terminan copiando el tatuaje o ropa que luzcan.

¿Qué podemos aprender de estos que parecen hijos de los dioses? Si en tu vida hay un propósito como si fuera una medalla, ¿cuál es? ¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguirla? ¿Estamos dispuestos a las privaciones y perseverancia que se requiere? Será un ejemplo y enseñanza positiva que podremos sacar de todas estas competencias deportivas, y no caer en la mediocridad de pensar que las cosas nos las tiene que dar el gobierno. Muchos atletas, tristemente poco apoyados, tienen que buscar además los apoyos para poder llegar a competir por una medalla. Que sean las olimpiadas, la ocasión para no desacreditar a nadie, sino para promover la paz, la unidad mundial y motivar la esperanza de que podemos construir juntos un mejor mundo. Felicidades a todos los que empiecen a caminar, a hacer ejercicio, a bajar el consumo de carbohidratos y buscar una mejor salud. Todos podremos hacer algo por nuestro bienestar, y no necesitamos ser hijos de los dioses del olimpo.

Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social