/ sábado 29 de junio de 2024

Entre voces / De Jerusalén a Jericó

Con mucha frecuencia en la Biblia se hace referencia a lugares que ahora la arqueología busca para determinar su historicidad. Muchos de ellos, como Damasco aun existen, y la gran Jerusalén, que siempre es motivo de peregrinaciones y noticia por sus frecuentes conflictos. La Ciudad de David, así llamada, es punto de referencia no solo para judíos, sino musulmanes y obviamente cristianos.

Estos días comencé a releer la encíclica del Papa Francisco llamada “Todos hermanos” (Fratelli tutti), que es un llamado a la fraternidad universal, publicada el 3 de octubre del 2020 en Asís, otra ciudad hermosa, la ciudad del pobre san Francisco. El segundo capítulo, después de haber visto la realidad, y subrayado el tema social, la crisis de la pandemia en plena expansión, el Papa propone retomar la parábola del Buen Samaritano que, aunque la encíclica la dirige a todos los hombres de buena voluntad, no solo a católicos, menciona que rescata grandes valores universales.

Aquí un breve resumen del texto de Lucas 10, 25: Un maestro de la ley le pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importantes, luego le pregunta ¿Quién es mi prójimo? Jesús contesta con esta historia: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado y dejado medio muerto en el camino, pasó un sacerdote judío y no hizo nada, un levita y tampoco, sin embargo, pasó un samaritano y lo llevó en su cabalgadura a un posado, lo curó y le dijo al mesonero que cuidara de él, le dejó dos monedas y le dijo que, si necesitaba más dinero, él lo pagaría a su regreso”. ¿Cuál se comportó como prójimo de aquel hombre herido en el camino? preguntó Jesús al maestro de la ley, quien dijo: el que tuvo compasión de él.

El Papa retoma esta historia tan hermosa de Jesús que no deja espacio a la mediocridad o a la indiferencia. ¿Con cuál de todos los personajes nos identificamos? Hay tantas personas heridas en el mundo, que pasan hambre, migrantes, drogadictos, necesitados de amor, tantos pobres materiales y espirituales ¿Qué hacemos ante su realidad?

En el número 77 del documento el Papa nos invita a un recomenzar como humanidad, a retomar el camino de la fraternidad. “Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira. Que otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien”.

¡Qué mensaje tan grande en tan pocas líneas! Nos impulsan a no quedarnos ahí sentados al lado del camino. O somos heridos o somos samaritanos, lo que necesitamos es aproximarnos, ser prójimos del otro, acercarnos no con nuestros juicios, sino con el bálsamo del alivio. Todos vamos en la vida de alguna manera de Jerusalén a Jericó.

Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

Con mucha frecuencia en la Biblia se hace referencia a lugares que ahora la arqueología busca para determinar su historicidad. Muchos de ellos, como Damasco aun existen, y la gran Jerusalén, que siempre es motivo de peregrinaciones y noticia por sus frecuentes conflictos. La Ciudad de David, así llamada, es punto de referencia no solo para judíos, sino musulmanes y obviamente cristianos.

Estos días comencé a releer la encíclica del Papa Francisco llamada “Todos hermanos” (Fratelli tutti), que es un llamado a la fraternidad universal, publicada el 3 de octubre del 2020 en Asís, otra ciudad hermosa, la ciudad del pobre san Francisco. El segundo capítulo, después de haber visto la realidad, y subrayado el tema social, la crisis de la pandemia en plena expansión, el Papa propone retomar la parábola del Buen Samaritano que, aunque la encíclica la dirige a todos los hombres de buena voluntad, no solo a católicos, menciona que rescata grandes valores universales.

Aquí un breve resumen del texto de Lucas 10, 25: Un maestro de la ley le pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importantes, luego le pregunta ¿Quién es mi prójimo? Jesús contesta con esta historia: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado y dejado medio muerto en el camino, pasó un sacerdote judío y no hizo nada, un levita y tampoco, sin embargo, pasó un samaritano y lo llevó en su cabalgadura a un posado, lo curó y le dijo al mesonero que cuidara de él, le dejó dos monedas y le dijo que, si necesitaba más dinero, él lo pagaría a su regreso”. ¿Cuál se comportó como prójimo de aquel hombre herido en el camino? preguntó Jesús al maestro de la ley, quien dijo: el que tuvo compasión de él.

El Papa retoma esta historia tan hermosa de Jesús que no deja espacio a la mediocridad o a la indiferencia. ¿Con cuál de todos los personajes nos identificamos? Hay tantas personas heridas en el mundo, que pasan hambre, migrantes, drogadictos, necesitados de amor, tantos pobres materiales y espirituales ¿Qué hacemos ante su realidad?

En el número 77 del documento el Papa nos invita a un recomenzar como humanidad, a retomar el camino de la fraternidad. “Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira. Que otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien”.

¡Qué mensaje tan grande en tan pocas líneas! Nos impulsan a no quedarnos ahí sentados al lado del camino. O somos heridos o somos samaritanos, lo que necesitamos es aproximarnos, ser prójimos del otro, acercarnos no con nuestros juicios, sino con el bálsamo del alivio. Todos vamos en la vida de alguna manera de Jerusalén a Jericó.

Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social