México ha sufrido históricamente los embates del centralismo, una tendencia que contraviene los principios de libertad y autonomía consagrados en la Constitución. Desde su formación como República, el centralismo ha sido un defecto recurrente en nuestra vida política; ejemplos claros son los períodos del centralismo durante los gobiernos de Antonio López de Santa Anna en el siglo XIX, cuando se impusieron políticas que minaron la autonomía de los estados, o la época del presidencialismo exacerbado durante el siglo XX, que limitó la acción independiente de los gobiernos locales.
Hoy, vivimos una nueva etapa de centralización bajo los gobiernos de Morena. Desde el mandato de Andrés Manuel López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum, el endurecimiento de esta tendencia se traduce en un control casi absoluto de los recursos fiscales y las decisiones estratégicas. Este proceso no solo se ha manifestado en el ámbito financiero, sino también en lo normativo: en los últimos años, mediante leyes nacionales y generales, y con reformas constitucionales, se ha restringido la capacidad de los estados y municipios para organizarse y trabajar de acuerdo con su diversidad y particularidades. Este fenómeno debilita el principio federalista al imponer esquemas rígidos que no consideran las distintas realidades del país.
Algunas voces de estados como Nuevo León, Jalisco y Chihuahua han manifestado su frustración, sugiriendo incluso la separación de la federación como una forma de resistencia ante el abuso centralista. Sin embargo, más que una ruptura, necesitamos reconstruir nuestro pacto federal.
Como Senador por Chihuahua y presidente de la Comisión de Desarrollo Municipal, tengo el compromiso de trabajar para fortalecer la soberanía de los estados y los municipios. Junto con la Comisión del Federalismo, estamos llamados a generar conciencia sobre la urgencia de devolver la libertad y el control a las entidades sub nacionales.
La solución pasa por un diálogo amplio y estructurado con los actores políticos clave, especialmente con los alcaldes y sus asociaciones. Son ellos quienes enfrentan a diario las necesidades más apremiantes de los ciudadanos. En la actualidad, el 80% de los recursos fiscales está concentrado en la federación, dejando solo un 20% para los estados y municipios, una proporción que limita gravemente su capacidad de acción. Este centralismo financiero se manifiesta, por ejemplo, en la discrecionalidad de la federación para asignar recursos a proyectos que responden más a intereses políticos que a necesidades regionales.
El pacto federal debe revisarse a fondo. Necesitamos una nueva coordinación fiscal que permita a los municipios atender las demandas de sus comunidades, demandas que van en aumento debido al abandono federal en áreas como salud, educación, migración y seguridad.
Es indispensable fortalecer las capacidades fiscales de los municipios y reinstaurar fondos que fueron eliminados, como el Fortaseg y el Fondo Minero, cuya desaparición ha dejado sin herramientas a muchas localidades para enfrentar problemas de seguridad y desarrollo. Además, debemos dotar a los municipios de herramientas legales y financieras para generar recursos propios, rompiendo con la dependencia de un sistema centralista que asfixia su autonomía.
El federalismo no es un capricho; es la esencia de nuestra República. Defenderlo significa garantizar que las voces de cada rincón del país sean escuchadas y que los recursos lleguen donde más se necesitan. Las leyes nacionales y generales deben ser revisadas para devolver a los estados y municipios la capacidad de adaptarse a sus contextos particulares y responder eficazmente a las demandas ciudadanas. Es hora de construir un México verdaderamente federal.
Ingeniero Civil. Senador del PAN por el estado de Chihuahua