En la comedia romántica “Meet the parents” o en español “La familia de novia” el personaje que interpreta Robert De Niro describe “Círculo de confianza” como la posibilidad con la que gradualmente el personaje interpretado por Ben Stiller, su coprotagonista, accederá a acercarse a su familia al pretender a su hija.
Es fácil imaginarnos tan gráficamente como el dibujo de un círculo, el espacio en el que las personas pueden permanecer cerca de nosotros. Existe una implícita certeza en ese tipo de relaciones de las que sólo puede esperarse seguridad, respeto, afecto incondicional, etc. Nuestra familia estrecha; nuestras amistades de toda la vida; nuestros compañeros de trabajo; nuestros vecinos… Cada quien está dentro de ese “Círculo de confianza” y a lo largo de nuestra existencia, hay quienes permanecen, quienes llegan y quienes se van.
Hablar de la confianza es más complejo que una definición inspirada en una escena de película; sin embargo, admite posibilidades para su comprensión ya que, gran parte de nuestra supervivencia, depende justo de la capacidad de confiar y que confíen en nosotros.
No obstante, a veces entendemos la confianza con lealtad. Confiar implica también, quizá, tener un poco de fe. Esa facultad que muchas religiones fomentan entre sus creyentes para promover los dogmas y creer sin cuestionar. Creer sin dudar. Creer sin preguntar o poner a prueba. Creer en el otro, en la otra, tanto como sea posible creer en sí mismo.
Se han escrito cientos de líneas acerca de la confianza. Historias, leyendas, anécdotas, reflexiones filosóficas o tratados de psicología. Todas las obras que la humanidad ha sido capaz de crear tienen, de algún modo, base en la confianza.
Pero, tener confianza, fomentarla y mantenerse dentro de esa red de apoyo con base, no sería posible si no se fincara en una dosis firme de autoconfianza. Es instintivo y, se requiere de la intuición, a veces, mucho más que de la lógica.
Y ése es uno de los mayores problemas de la convivencia humana: la predisposición, los prejuicios, la falta de voluntad o habilidades para nutrir sólidas relaciones. ¿Cómo podríamos ser capaces de confiar en alguien más, si nuestra capacidad de confiar en nosotros, nosotras mismas está mermada?
Nadie puede dar lo que no tiene, pero lo hacemos con frecuencia y fingimos estar bien en un aparente “Círculo de confianza” donde sólo permanecen quienes no nos han decepcionado. ¡Caray! ¡Cuántas expectativas falaces creadas sobre la confianza!
Muchas guerras han sido propiciadas alrededor de la confianza, su exceso o la escasez. Esta palabra que prácticamente lo contiene, es tan significativa, como poderosa.
La base vital de la creación humana es el amor, cuya energía transformadora sin duda se basa en gran medida en la capacidad de confiar en alguien más. Resulta indispensable en nuestra evolución.
Definitivamente no es un elemento que está colgado “de facto” en todas las personas a quienes mantenemos en un círculo de confianza. Es un permanente ciclo que se transforma. Una espiral ascendente o descendente que conlleva siempre un riesgo. Cada quien da lo que tiene, según el tiempo y sus circunstancias. Entonces, la confianza depende también de elementos ajenos a la voluntad o al afecto.
Quizá, lo único que podemos hacer para mantener fuerte y saludable ese “Círculo de confianza”, es impulsar un pequeño acto de fe en todo momento y circunstancia.
El autor Earl Gray Stevens afirma que: “La confianza, como el arte, nunca proviene de tener todas las respuestas, sino de tener apertura para todas la preguntas”
Licenciada en Ciencias de la Información, Consultora en Comunicación y Desarrollo Humano.
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