Decía mi abuelita que con salud podemos trabajar, pero se complica mucho cuando enfermamos, ella siempre fue muy creyente y de niño, en una ocasión le pregunté por qué le pedíamos buena salud para trabajar a Dios al momento de rezar, en lugar de pedirle dinero que era por lo que trabajamos, en esa situación sería más fácil para ambas partes, Dios repartiendo el sueldo y mi abuelita no teniendo necesidad de trabajar por esa remuneración económica.
Su respuesta me desconcertó, porque me dijo que ella no trabajaba por el dinero, sino porque era una forma de agradecerle a Dios porque con su puesto de quesadillas sacó adelante a su hija, la gente disfrutaba su comida, el café o chocolate que hacía y ella regresaba a casa pensando que había sido una herramienta del Creador, por ello no le pedía dinero, ese venia como una consecuencia de satisfacer una necesidad de sus clientes, los cuales eran principalmente los mismos comerciantes del mercado, por eso ella decía que era como la gasolina de ese centro de ventas, algunos de estos conceptos me explotaron con el tiempo al leer conceptos similares a los de mi abuelita quien solo aprendió a leer, viniendo de expertos en economía.
Yo la veía sola en su puesto y me gustaba ir a ayudarle, yo le comentaba que por qué no contrataba a alguien, ella me explicó que cada uno de sus clientes era su ayudante, ya que siempre le regresaban sus trastes, entonces era la que tenía más ayudantes de todo el mercado je!, ella llegaba temprano, algunos le dejaban en su puesto lo que querían porque llegaban aún más temprano que mi abuelita al mercado, como los del pollo, que tenían que preparar la base de hielo, sacar el pollo de los refrigeradores y acomodar; mi abuelita parecía que ya sabía que les gustaba y tenía un menú básico, café o chocolate de bebidas, quesadillas con algún guisado o solo de queso, salía con una charola llena de tazas servidas y una bolsa con las quesadillas a repartir por el mercado, tomaba pedidos especiales y regresaba al comal para hacer más y dar su segunda ronda, alistaba todo para dejar su puesto limpio e irse del mercado, no sin antes llevarles algo de fruta a sus nietos.
Siempre me dijo que no le iba a ayudar, que yo iba a trabajar y me ponía un sueldo diario de 500 pesos (antes de quitarle los tres ceros a nuestra moneda, sería el equivalente de 50 centavos ahorita), en el trabajo no hay lugar para los flojos así que tenía que levantarme temprano para ir con ella, me tocaba amasar, preparar las bebidas y salir a hacer las rondas mientras ella hacía más quesadillas, yo no esperaba a que llevaran sus tazas, sino pasaba recogiendo todas para dejarlas limpias antes de retirarnos. Ella hasta que su cuerpo se lo permitió se esforzó por cumplir con su trabajo y cuando su salud mermó, aún le daba gracias a Dios por haberle permitido realizarlo por tanto tiempo.
Aprendí varias lecciones importantes en mi primer trabajo, dar gracias a Dios por tener salud para realizar nuestras actividades, comprender que todo se hace en equipo de mejor forma, cualquier servicio en la sociedad es una herramienta del Creador para la comunidad y claro que el éxito o el dinero es una consecuencia de hacer bien las cosas que amas y que el fruto de mi trabajo podía invitar a una dama al cine (cada miércoles yo pagaba el cine para ir con mi abuelita).