/ domingo 21 de mayo de 2023

Casa de Oración Pacto de Paz | Soy Fuerte

Todos en la vida tenemos en algún momento tiempos buenos que celebramos con singular alegría. Pero también tenemos tiempos malos que nos debilitan de alguna manera. Pero esos momentos de debilidad se pueden convertir en nuestro principal motor de la oración y de la búsqueda del corazón de Dios. Es entonces que podemos confiar que la debilidad se convierte en fortaleza.

El apóstol Pablo encontró que en sus debilidades era cuando en realidad era fuerte, porque el Señor obraba a su favor: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10) En realidad, Pablo, en su vida pudo experimentar el verso del profeta Joel, “diga el débil fuerte soy” (Joel 3:10) La gloria del Evangelio consiste en que en nuestra debilidad podemos encontrar las mayores y sorprendentes victorias.

El poder del Espíritu Santo basta, es suficiente, porque cuando llegamos al fondo de nuestra indefensión o falta de recursos de defensa es cuando se le permite al Espíritu Santo la oportunidad de intervenir con poder sobrenatural. Muchas veces El Espíritu Santo va a intervenir hasta cuando ve que por nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada, mientras buscamos hacerlo por nuestras propias capacidades, virtudes o fortalezas, Él no va a intervenir, pero cuando el débil dice “Fuerte soy con poder del Espíritu Santo” Él interviene con poder. “Entonces me explicó diciendo: No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos” (Zacarías 4:6) Comprender y reconocer que no se trata de cuán fuerte puede ser “nuestro ejército” o cuánta “fuerza” podamos tener para enfrentar las situaciones, se trata del poder del Espíritu Santo. Las batallas en el Señor se ganan reconociendo que solo a través de Él podemos obtener la victoria. No significa que nos desvalorizamos o hagamos de menos, tampoco que menospreciemos nuestras virtudes o capacidades; sino reconocer que la victoria es de Dios.

Pero quizá nuestra limitación más importante es nuestra falta de fe. La verdadera fe no es un optimismo irrealista. La fe reconoce que hay problemas, pero nos impulsa a verlos desde la perspectiva de Dios. Dios nunca ha negado la presencia de enemigos y desafíos reales; sólo nos anima a mirarle a Él, y no a nuestras limitaciones. Nos anima a confiar en sus promesas en vez de “nuestros ejércitos” “nuestra fuerza” en nosotros mismos.

“Pero el Señor será un escudo para los habitantes de Jerusalén. Hasta el más débil se volverá tan fuerte como David” El que es débil entre ellos será como David. Dios dotará a su pueblo con una fuerza y un valor maravillosos, de modo que el más débil de ellos sea un héroe como David que mató al león, al oso y venció al gigante Goliat.

Las debilidades de nuestra vida no nos pueden detener, ni constituirse en excusas para que no podamos avanzar. El apóstol Pablo tuvo debilidades, que eran limitaciones, pero eso no fue suficiente para detenerlo: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9)

En que debilidades está dispuesto Dios a ayudarnos ¡En todas!

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo

Pastor J. Andrés Pimentel M.

Todos en la vida tenemos en algún momento tiempos buenos que celebramos con singular alegría. Pero también tenemos tiempos malos que nos debilitan de alguna manera. Pero esos momentos de debilidad se pueden convertir en nuestro principal motor de la oración y de la búsqueda del corazón de Dios. Es entonces que podemos confiar que la debilidad se convierte en fortaleza.

El apóstol Pablo encontró que en sus debilidades era cuando en realidad era fuerte, porque el Señor obraba a su favor: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10) En realidad, Pablo, en su vida pudo experimentar el verso del profeta Joel, “diga el débil fuerte soy” (Joel 3:10) La gloria del Evangelio consiste en que en nuestra debilidad podemos encontrar las mayores y sorprendentes victorias.

El poder del Espíritu Santo basta, es suficiente, porque cuando llegamos al fondo de nuestra indefensión o falta de recursos de defensa es cuando se le permite al Espíritu Santo la oportunidad de intervenir con poder sobrenatural. Muchas veces El Espíritu Santo va a intervenir hasta cuando ve que por nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada, mientras buscamos hacerlo por nuestras propias capacidades, virtudes o fortalezas, Él no va a intervenir, pero cuando el débil dice “Fuerte soy con poder del Espíritu Santo” Él interviene con poder. “Entonces me explicó diciendo: No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos” (Zacarías 4:6) Comprender y reconocer que no se trata de cuán fuerte puede ser “nuestro ejército” o cuánta “fuerza” podamos tener para enfrentar las situaciones, se trata del poder del Espíritu Santo. Las batallas en el Señor se ganan reconociendo que solo a través de Él podemos obtener la victoria. No significa que nos desvalorizamos o hagamos de menos, tampoco que menospreciemos nuestras virtudes o capacidades; sino reconocer que la victoria es de Dios.

Pero quizá nuestra limitación más importante es nuestra falta de fe. La verdadera fe no es un optimismo irrealista. La fe reconoce que hay problemas, pero nos impulsa a verlos desde la perspectiva de Dios. Dios nunca ha negado la presencia de enemigos y desafíos reales; sólo nos anima a mirarle a Él, y no a nuestras limitaciones. Nos anima a confiar en sus promesas en vez de “nuestros ejércitos” “nuestra fuerza” en nosotros mismos.

“Pero el Señor será un escudo para los habitantes de Jerusalén. Hasta el más débil se volverá tan fuerte como David” El que es débil entre ellos será como David. Dios dotará a su pueblo con una fuerza y un valor maravillosos, de modo que el más débil de ellos sea un héroe como David que mató al león, al oso y venció al gigante Goliat.

Las debilidades de nuestra vida no nos pueden detener, ni constituirse en excusas para que no podamos avanzar. El apóstol Pablo tuvo debilidades, que eran limitaciones, pero eso no fue suficiente para detenerlo: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9)

En que debilidades está dispuesto Dios a ayudarnos ¡En todas!

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo

Pastor J. Andrés Pimentel M.