En nuestro caminar en esta vida, es seguro que muchas veces nos vamos a enfrentar a situaciones difíciles. La guerra ha comenzado y el enemigo no dudara en usar sus sucias armas para derrumbarte: Dudas, depresión, soledad, desanimo, etc. Habrá momentos en que llores sin cesar, preguntando ¿porque? Es en ese preciso momento cuando bien haremos en descansar en Dios.
El rey David pasó muchas veces esas situaciones. Los discípulos de Jesús en su transformación de hombres comunes a apóstoles también pasaron muchas situaciones parecidas, entre ellas la barca en medio de la tormenta (Marcos 4:35-41)
Sé que hay momentos en que es tanto el decaimiento que llega el pensamiento de decir “hasta aquí, ya no puedo más” Es en ese momento cuando comprendemos que Dios es el que tiene que actuar, que nuestras fuerzas y recursos son limitados, pero los de Dios no. Para Dios no hay nada imposible, aun te estés enfrentando al problema más difícil de tu vida, no hay nada que Dios no pueda hacer, y para el que cree todo le es posible (Mr. 9:23) Cuando Jesús dice al que cree todo le es posible, es palabra que debe GRABARSE en la mente y en el corazón. Dice la palabra de Dios que con la mente se cree… pero con la boca se confiesa... (Ro. 10:10) En pocas palabras lo diría de esta manera “Confía en Dios” Proverbios nos recuerda: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” (Prov. 3:5-6)
En esos momentos difíciles de la vida, hemos aprendido a ver con “los ojos de la fe” y no con la vista natural. Si tuviéramos en nuestra vista unos binoculares infrarrojos, notaríamos que cuando la depresión, la agonía la tristeza, la aflicción cautivan la mente, todo alrededor se torna gris oscuro, y un ambiente de pesadez rodea a la persona robándole las fuerzas, el ánimo y los sueños. Es Los ojos de la fe nos permiten ver más allá del momento presente y a confiar en Dios y Su palabra. Hay una preciosa promesa de Dios para todos aquellos que hemos decidido poner nuestra confianza en Dios: “Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. (Isa. 43:2) Esto mi estimado lector, se llama fidelidad. Así es nuestro Dios, él jamás nos abandonará bajo ninguna circunstancia. Esta sola promesa debería ser suficiente para ver con los “ojos de la fe” confiar y descansar en Dios, y debería ser suficiente para motivarnos a responderle fielmente en todo momento.
Creo que dos cosas las que necesitamos: Fe y esperanza. La fe y la esperanza son dos virtudes de las cuales no podemos prescindir bajo ninguna circunstancia. Por la fe podemos vivir con una actitud de esperanza, de confianza y de seguridad. La fe es la fuerza que nos mueve. Nos perite ver milagros. Es un “don de Dios” (Efe. 2:8) La esperanza es una aliada importante para no rendirnos y poder ver la luz de un nuevo día. La esperanza viene de Dios: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer. 29:11)
Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.