/ jueves 2 de mayo de 2024

Punto gélido / Atreverse a disentir

En la mayoría de las ocasiones se nos facilita ser parte del grupo, de la familia o de la sociedad, vivimos bajo la protección de ciertos parámetros, los cuales hemos heredado o sencillamente se nos han ido inculcando a lo largo de nuestra vida, y vamos caminando día con día encuadrados en ese contexto, pensando que ya todo esta hecho, que ya todo existe, que no es necesario atreverse a pensar, a crear y poner en acción nuevas visiones, nuevas prácticas, nuevos parámetros. La zona de confort resulta muy seductora y nos acostumbramos como el águila que nació en cautiverio a picotear la tierra, a buscar lombrices, a comer insectos, a no mirar hacia arriba, y mucho menos a no destender las alas y volar en el infinito universo de las posibilidades, el águila no se esfuerza para abrir sus alas y volar, pero tampoco aprende a disfrutar del vuelo, de la libertad y de sus herramientas diseñadas para ser un excelente cazador; que tiene garras, pico y una extraordinaria visión.

Las cosas o elementos que no se usan con frecuencia también se suelen atrofiar, se empolvan, se llenan de óxido, se pudren, se hacen viejos y no es que dejen de funcionar, lo que pasa es que se les olvida como hacerlo. Algo así pasa con nosotros como personas, nos acostumbramos tanto a una rutina, a un estilo de vida, pasamos siempre por las mismas calles, caminamos por la misma banqueta, visitamos los mismos lugares, hacemos las mismas actividades, incluso, incluso pensamos de la misma forma siempre, y es allí donde está el detalle, como lo dijera el gran cómico Cantinflas, porque se nos atrofia la capacidad de pensar, de sentir, de ser, y nos convertimos en ese barquito de papel que echamos al agua y dejamos que la corriente simplemente lo lleve por donde ella quiere, hasta quedar atrapado en algún punto o simplemente terminar destruido.

De alguna forma se activa ese temor férreo que tenemos a la libertad, nos asusta hacer cosas diferentes, ir por caminos distintos, explorar con el pensamiento nuevas alternativas, nos resulta incómodo tener que esforzarnos un poco más de lo “normal”, tenemos miedo de decir las cosas que pensamos, el temor a equivocarnos nos paraliza con frecuencia, cuando el aprendizaje y la experiencia tienen gran parte de sus raíces precisamente en los desaciertos. Nadie aprende a caminar por el inmenso paisaje de la humanidad, si antes no se da cuenta que tiene pies para hacerlo.

Atreverse a disentir, es una acción que para algunos puede ser incómoda, rara, incluso difícil, ponerse en la palestra no siempre es agradable, el escrutinio es una fruta no tan amigable de digerir, pero se vale intentar, existe cierto derecho a equivocarse, ¿por qué no? Abrir las alas y aprender a volar requiere de varios intentos, de perder el miedo, de disfrutar el ir por distintos caminos, de ser la oveja distinta de la manada, requiere de dejar la jaula en la que en ocasiones vivimos en diferentes aspectos de nuestra vida, y dejar que los sueños se conviertan en el motor que impulse nuestras acciones. Atreverse a disentir de forma propositiva, es atreverse a no dejar de pensar, a no dejar de hacer, a no dejar de ser. El mundo de la zona de confort se encuentra saturado, se requieren personas que se atrevan a dejar a un lado lo predecible de sus pasos, personas que encuentren en sus acciones esa alegría, esa capacidad de disfrutarlas por el solo hecho de tener la gracia de poder hacerlas, personas que se atrevan a disentir ahora y no tengan solo que contar el día de mañana que no tuvieron el valor de luchar por sus sueños, ojalá que el gusanito de la curiosidad se despierte…

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Agrónomo

En la mayoría de las ocasiones se nos facilita ser parte del grupo, de la familia o de la sociedad, vivimos bajo la protección de ciertos parámetros, los cuales hemos heredado o sencillamente se nos han ido inculcando a lo largo de nuestra vida, y vamos caminando día con día encuadrados en ese contexto, pensando que ya todo esta hecho, que ya todo existe, que no es necesario atreverse a pensar, a crear y poner en acción nuevas visiones, nuevas prácticas, nuevos parámetros. La zona de confort resulta muy seductora y nos acostumbramos como el águila que nació en cautiverio a picotear la tierra, a buscar lombrices, a comer insectos, a no mirar hacia arriba, y mucho menos a no destender las alas y volar en el infinito universo de las posibilidades, el águila no se esfuerza para abrir sus alas y volar, pero tampoco aprende a disfrutar del vuelo, de la libertad y de sus herramientas diseñadas para ser un excelente cazador; que tiene garras, pico y una extraordinaria visión.

Las cosas o elementos que no se usan con frecuencia también se suelen atrofiar, se empolvan, se llenan de óxido, se pudren, se hacen viejos y no es que dejen de funcionar, lo que pasa es que se les olvida como hacerlo. Algo así pasa con nosotros como personas, nos acostumbramos tanto a una rutina, a un estilo de vida, pasamos siempre por las mismas calles, caminamos por la misma banqueta, visitamos los mismos lugares, hacemos las mismas actividades, incluso, incluso pensamos de la misma forma siempre, y es allí donde está el detalle, como lo dijera el gran cómico Cantinflas, porque se nos atrofia la capacidad de pensar, de sentir, de ser, y nos convertimos en ese barquito de papel que echamos al agua y dejamos que la corriente simplemente lo lleve por donde ella quiere, hasta quedar atrapado en algún punto o simplemente terminar destruido.

De alguna forma se activa ese temor férreo que tenemos a la libertad, nos asusta hacer cosas diferentes, ir por caminos distintos, explorar con el pensamiento nuevas alternativas, nos resulta incómodo tener que esforzarnos un poco más de lo “normal”, tenemos miedo de decir las cosas que pensamos, el temor a equivocarnos nos paraliza con frecuencia, cuando el aprendizaje y la experiencia tienen gran parte de sus raíces precisamente en los desaciertos. Nadie aprende a caminar por el inmenso paisaje de la humanidad, si antes no se da cuenta que tiene pies para hacerlo.

Atreverse a disentir, es una acción que para algunos puede ser incómoda, rara, incluso difícil, ponerse en la palestra no siempre es agradable, el escrutinio es una fruta no tan amigable de digerir, pero se vale intentar, existe cierto derecho a equivocarse, ¿por qué no? Abrir las alas y aprender a volar requiere de varios intentos, de perder el miedo, de disfrutar el ir por distintos caminos, de ser la oveja distinta de la manada, requiere de dejar la jaula en la que en ocasiones vivimos en diferentes aspectos de nuestra vida, y dejar que los sueños se conviertan en el motor que impulse nuestras acciones. Atreverse a disentir de forma propositiva, es atreverse a no dejar de pensar, a no dejar de hacer, a no dejar de ser. El mundo de la zona de confort se encuentra saturado, se requieren personas que se atrevan a dejar a un lado lo predecible de sus pasos, personas que encuentren en sus acciones esa alegría, esa capacidad de disfrutarlas por el solo hecho de tener la gracia de poder hacerlas, personas que se atrevan a disentir ahora y no tengan solo que contar el día de mañana que no tuvieron el valor de luchar por sus sueños, ojalá que el gusanito de la curiosidad se despierte…

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Agrónomo